Al no presentar sustancias perjudiciales, mantienen intactas sus cualidades organolépticas, sus minerales, vitaminas así como su aroma y sabor natural. Por eso nuestro organismo aprovecha de forma óptima los nutrientes de estos alimentos. Al no haber sido tratados con pesticidas, evitamos que nuestro organismo se convierta en un almacén de residuos tóxicos y minimizamos las posibilidades de desarrollar un determinado cáncer o alergias relacionadas con ciertos productos químicos. Algunos pesticidas se llegan a incorporar en el alimento y no se eliminan. Esto en ecológico no ocurre.

La modificación genética  apunta posibles peligros por la falta de control, así como la carencia de conocimientos de las posibles reacciones de nuestro organismo ante una nueva estructura molecular. Además, tampoco existe una garantía 100% de que no puedan representar un peligro para nosotros, al menos con algunos alimentos.

Los animales están cuidados y alimentados de manera adecuada, con respeto. Criados al aire libre y en libertad. No se les suministran antibióticos.

Las rotaciones regulares de los cultivos, aseguran un suelo más fértil para la producción de los alimentos que comemos. Son cultivos cuidados, que no provocan desertización y enriquecen la flora y la fauna. Con todo esto se consigue frenar la actual situación climática, la sostenibilidad que presentan los cultivos ecológicos con su entorno, el medio ambiente es respetado, no se contamina, no se vierten a la tierra determinados residuos y el ahorro energético es superior al del cultivo de producción respetando así el desarrollo y la presencia de la naturaleza.

Los productos ecológicos no contienen conservantes o aditivos de origen químico, de esta manera no introducimos en nuestro organismo determinados productos que pueden resultar peligrosos para nuestra salud.

Todo esto está regulado por organismos concretos a nivel autonómico, nacional y europeo.