¿Quién es el ser más importante de tu vida?
Sí, sí: te lo pregunto a ti querida.
Piénsalo: ¿Quién es lo más importante de tu vida?
¿Y bien?
Seguro que no has tenido que meditar mucho la respuesta.
Hijos, familia, amigos, compañeros de vida, animales… suelen ser la respuesta frecuente, los pilares, la fuerza, la energía, la razón, la sonrisa…
Pero, ¿no se te olvida nadie?
¿Has recordado añadir en esa lista a una persona que necesitas que esté bien, que ves y soportas a diario, que conoces mejor que a nadie…?
¿Lo pillas?, ¿no?
Esa persona eres tú.
Pues sí: la persona más importante de tu vida eres tú. Porque, si no te quieres tú, no te cuidas tú, no te escuchas tú, no te respetas tú… querer, cuidar, escuchar, respetar… a los demás te resultará más complicado.
Sin embargo, cuando comprendes lo sumamente importante que eres para ti, cuando pones atención, consciencia y un poco de energía en cuidarte, generas una maravillosa cadena en la que tu felicidad personal genera felicidad a tu alrededor… y salud… una mejoría basada en el conocimiento y cuidado de un@ mism@ que mejora las relaciones con los demás y la forma que tienes de enfrentarte cada día a la rutina, los días de sol y de lluvia, las alegrías y los problemas… al trabajo, al amor, a los retos…
En definitiva, una herramienta imprescindible para el trabajo maravilloso que supone estar vivo.
¿Te interesa?
Pues aquí va un tímido post sin pretensiones clínicas, sólo cargado de unos cuantos consejos y rutinas saludables (y simples) para que empieces a cuidar a la persona más importante de tu vida: tú misma.
“Mens sana in corpore sano”
¿Te suena?
Seguro que sí.
Es una muy famosa cita latina atribuida a un señor romano que vivió hace la friolera de 20 siglos y que se llamaba Decimo Junio.
Pues bien, cuando Decimo el romano dijo esto, los sabios de la época creían que existía una unión poderosa y fuerte entre cuerpo, mente y alma. Por eso, la formación de los individuos abarcaba el ámbito intelectual, el atlético y el espiritual: se creía que había que cuidar el todo para que funcionara de manera correcta y gozara de salud.
La historia es que, con el avance de la civilización moderna, la frase de Decimo se popularizó, y también se perturbó, pasando a entenderse como una sentencia que reza que hacer deporte es esencial para estar sano.
Y sí, lo es.
Pero tener una mente, un cuerpo y un alma sanos abarca mucho, muchísimo más, que practicar deporte: requiere consciencia, verdad, cierta constancia, una pizca de voluntad, un poco de tu tiempo, aprendizaje y algunas dosis de esfuerzo. A cambio obtendrás energía, salud, confianza, sabiduría, paz, alegría, plenitud, bienestar…todo cosas buenas.
Cuídate pero, primero, escúchate.
Y acuérdate de ser honesta.
Sino lo haces y sigues tendencias, rutinas o ejercicios impuestos… si te obligas a hacer lo que hacen o les sienta bien a otr@s y no únicamente lo que tú sabes que te sienta bien, fracasarás, y el autocuidado se convertirá en un muro enorme, contra el que chocarás indefectiblemente.
No mal entiendas lo que significa autocuidado.
Básicamente, autocuidado puede definirse como el conjunto de acciones que llevamos a cabo para sentirnos mejor.
Simple.
Ahora, piensa en Decimo el romano, y (re) busca para encontrar e implementar pequeños hábitos sencillos que abarquen a tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. Cuando los encuentres, los practiques y los disfrutes, ellos solos, poco a poco, irán tejiendo una rutina saludable, beneficiosa y placentera en tu vida.
Se llama autocuidado consciente. Y es una terapia personal altamente eficaz y placentera que te colmará de alegrías.
Y eso se nota. Por dentro, por fuera y desde fuera.
Así que, esto es: el primer paso del autocuidado pasa por tomar consciencia sobre qué acciones nos llevan a ese bienestar, dándoles la importancia merecida y asumiéndolas como hábitos beneficiosos (o, si quieres, “medicinas naturales” que sólo tú puedes prescribirte).
¿Lo mejor? Tú misma vas a diseñar las pautas de tu autocuidado.
¿Quién puede saber mejor lo que necesitas, lo que te llena, lo que te gusta…?
Eso sí, para evitar frustraciones y que el método funcione se requiere honestidad y compromiso contigo misma.
Vas a tener que sentarte y pensar qué es lo que quieres y cómo lo quieres. Evaluar tus hábitos concienzudamente, comprometiéndote a eliminar aquellos que no te favorecen a la vez que implementas los que sí.
No hace falta erradicar todos los malos hábitos de un solo golpe, ni tampoco de convertirse en un coach de alimentación o gurú de la vida sana… hay que ir poco a poco, como por un sendero, sentándose a descansar, volviendo atrás si es necesario, compartiendo el camino y disfrutando de cada paso.
¿Estás lista para empezar tu sendero personalizado del autocuidado?
Pues, vamos allá.
Según la teoría, un autocuidado completo deberá incluir cosas como…
- llevar una alimentación más saludable
- asegurarse un buen descanso
- hacer algo de deporte
- escuchar y comprender tus emociones, dejándolas fluir
- cultivar la sabiduría, para alimentar el cerebro
- cuidar de tu parte espiritual
- atender a tu yo social.
Esto es sólo una reseña, para que tengas en cuenta a qué aspectos debes prestar atención.
Comer sano, dormir bien, mover el cuerpo, escucharte y aceptarte, leer más, ver documentales y pelis, reservar tiempo para aquello que te gusta, para meditar, dejarte flotar en el mar o bailar al son de tu música favorita y estar con tu gente serían algunas otras forma de explicar algunas de las pautas presentadas en la lista de arriba.
Ahora bien, dentro de estas siete cosas hay muchos matices, muchas variantes. Y sólo tú puedes decidir cuáles te sientan bien.
Aquí vamos a darte ideas, todas ellas abarcan estos siete pasos relacionados con autocuidarte. No tienes que llevarlas a cabo todas (o si, si es lo que quieres). Tal vez te sirvan como inspiración. O rechaces la mayoría, las adaptes a tu estilo, las transformes en híbridos que incluyan en una sola cosa varias de la lista… ¡no se!…buscamos inspirarte, despejar un poco el sendero que solo tú (paso a paso, día a día) puedes crear.
6 autocuidados para los que no tendrás que reservar más de 15 minutos al día
1. Respira
Tu cuerpo, tu mente y tu alma se lo merecen
Hazlo profundamente. De forma consciente. Recreándote en esa acción que tu cuerpo puede realizar de forma voluntaria e involuntaria.
Respira hondo para eliminar estrés, aportar oxígeno, tranquilidad, claridad, luz, armonía…
Tus escapulas y vertebras, al hacerlo, se ensanchan.
Tus pulmones y tus células te lo agradecen. Y tu cabeza también.
Respira despacio y harás que tu alma se llene de aire, como un globo…cuando respiras tu alma se sienta más ligera.
Respira con tu estómago. Con tu cabeza. Respira intentando pensar únicamente en que estás respirando. Concéntrate en ese proceso rítmico de expansión y contracción, intentando pausarlo, controlarlo, disfrutarlo…escucha la música de tu cuerpo, imagina el aire que entra y luego sale, imagínalo de un color que te aporte la energía que necesites.
Aunque te parezca absurdo, aprender a respirar bien es una cuestión de hábito. Requiere de práctica y aporta múltiples beneficios.
Para empezar a cuidar tu respiración sólo necesitas de 5 minutos al día.
Poco, ¿verdad?
¿Sabes cómo hacerlo?
Siéntate en un lugar y postura cómodos, con la espalda recta. Si prefieres hacerlo de pie, concéntrate en la postura de tus pies, que estén paralelos y bien clavados en el suelo. Ni muy juntos ni separados. Cómodos.
Una vez hayas encontrado la postura ideal, coloca una mano a la altura de tu ombligo, con la palma extendida sobre tu abdomen. La otra mano puedes colocarla en el pecho, cerca del corazón.
Ahora, inspira profundamente inhalando por la nariz de forma lenta y notando como el aire va hinchando lenta y suavemente la zona de tu barriga más que la del pecho.
Inhala de esta forma, despacio, contando hasta 5 mentalmente. Pensando únicamente en ese aire que entra en ti, en tu ombligo…imaginando que ese aire tiene un color agradable y sanador.
Retén el aire durante un momento (puedes volver a contar hasta 5) y luego exhala despacio y de forma sonora, notando como tu abdomen se hunde y tu pecho desciende ligeramente, mientras cuentas hasta 7.
La idea es respirar lento, retener el aire y soltarlo, de nuevo, todo. La cuenta que sugerimos es aproximada y puedes ajustarla para sentirte cómoda.
Intenta estar así, concentrada solo en la música de tu respiración, durante al menos 5 minutos al día.
Si adquieres esta rutina irás dándote cuenta de cómo la respiración es sanadora y puede ayudarte en muchas circunstancias.
2. Estírate
Puedes apuntarte a yoga o pilates, si te apetece, poner tutoriales en YouTube o Instagram, si va más contigo, o simplemente buscar información donde mejor te plazca para saber cómo hacerlo, aunque tampoco hacen falta masterclass, ni demasiado tiempo ni, desde luego, inversión monetaria.
Estirarse es un acto mecánico. ¿Te has fijado en los animales? Lo hacen constantemente, por instinto, y sin malgastar nada de su preciado tiempo. Mira a los gatos. Para ellos es todo un ritual. Desde el cuello a la punta de la cola.
Pues tú haz lo mismo.
Reserva otros 5-10 minutos de tu día para convertirte en gato.
Si puedes hacerlo a primera hora de la mañana y antes de acostarte, mejor. Si quieres saludar al sol, perfecto. ¿Qué prefieres hacerlo escuchando Metallica o Alejandro Sanz? Maravilloso también.
Ponte cómoda. De pie. Y, de nuevo, con los pies paralelos y no muy separados, la espalda recta y las rodillas bien estiradas, empieza por el cuello y vete estirando brazos, espalda, piernas, pies…
Cuando te estiras con consciencia y lo combinas con una respiración lenta y acorde a los estiramientos, como una coreografía de oxígeno y músculos, tu cuerpo lo nota. Y mucho. Además de mejorar la tonicidad de tus músculos, aportarás oxigenación y favorecerás la circulación, la mente se despejará, liberarás endorfinas en el cerebro que te pondrán de mejor humor…
3. Agradece
Puede parecer una tontería, pero es algo muy beneficioso: agradecer las cosas buenas.
La tendencia humana es a la queja, al anhelo, a resaltar las carencias… sin embargo, si cada día haces el pequeño esfuerzo de concentrarte en agradecer tres cosas de las que te rodean, inconscientemente atraerás pensamientos positivos.
Intenta practicar este sano ejercicio durante unos breves minutos cada mañana y/o cada noche.
¡Puedes estar agradecida por tantas cosas!
Por tener salud y porque los tuyos la tengan, por el agua caliente que sale de la ducha, por ese té compartido que te ayudó a disipar tu mal humor, por el aguacate que compraste para comer, que estaba en su punto exacto de sabor, madurez y textura… puedes agradecer un regalo, un beso, un atardecer precioso, la sonrisa de tu abuela, haber tenido paciencia suficiente para no perturbarte en un atasco…
Busca las muchas cosas buenas que tienes a tu alrededor y contigo y doma al pensamiento positivo con esta sencilla técnica que, además, te ayudará a centrarte en el ahora y no en el mañana o el pasado.
4. Más medicina natural
¿Sabías que una buena infusión de manzanilla puede despejar el dolor de cabeza?
¿O que tomar hierbaluisa ayuda en procesos digestivos y estimula el apetito? ¿Sabes que el aceite de coco se usa también como cosmético por sus propiedades hidratantes y nutritivas?
¿Qué unas clases de yoga pueden liberarte del dolor de espalda mejor que las pastillas?
¿Qué raspar la lengua cada mañana tiene beneficios que van más allá de los que proporciona a tu salud dental?
Con una pizca de curiosidad y unos cuantos clics en Google puedes encontrar rutinas saludables naturales que te ayuden a estar mejor y a consumir y curarte de manera más apegada a la naturaleza.
5.Rétate con cosas sencillas
Unas cuantas hojas y un lápiz será todo cuanto necesites para llevar a cabo este sencillo ejercicio, ideal para aprender a ser más positiva, a valorarte más, a sentir emociones buenas.
Se trata de escribir pequeños retos.
¿Qué por qué pequeños?
Porque las tareas pequeñas, las asumibles, son siempre más satisfactorias que las enormes.
Ya sabes el dicho: el que mucho abarca poco aprieta.
Pueden ser retos diarios, semanales o mensuales, eso decídelo tú. La historia es que sean sencillos. Tareas, acciones, hábitos… simples, que no requieran demasiado esfuerzo.
Lo mejor de esta estrategia es que los pequeños retos conseguidos son un premio a saborear cada día. Además, a la larga, se van tejiendo y enmarañando y se convierten por si solos en grandes hazañas que llenarán tu alma y ánimo y conseguirán que la semilla de la actitud eche raíces sanas en tu interior.
Felicítate cada día por las marcas conseguidas, por cada pequeño gesto bueno para ti que implementes y te haga sentir mejor. Regálate sin pudor la maravillosa sensación de ir tachando (pequeños) objetivos de forma diaria, semanal, quincenal… verás que gusto da.
Los pequeños retos también pueden ser abrazos, te quieros callados, llamadas a seres queridos, no utilizar el móvil en domingo… la magia de estos pequeños desafíos está en cumplirlos y, luego, acudir a la lista que habías confeccionado previamente y dibujar un símbolo de “Hecho” 👌 al lado del reto.
Pruébalo. Te sorprenderá lo absurdamente bien que funciona para tu autoestima, tu organización, la expresión de tus emociones…
6. Más abrazos y más regalar amor
Y hablando de emociones, autocuidarse también es enfrentarse a ellas. Aprender cómo eres y cómo son los demás, darte cuenta de que el cambio está únicamente en ti y que los demás son un espejo…aprender a expresarlas sin miedos y convivir con ellas de forma más consciente.
Y no, todo esto no lleva menos de cinco minutos. Lo que si lleva menos de ese tiempo (y si lleva más pues, maravilloso) es regalar cariño y amor a tu gente.
Abraza más a tu madre, a tus hijos, a tu pareja, a tu gato, a tus amigos, a tu abuelo, a los perros…
A quién quieras (nunca mejor dicho).
Y acuérdate de decirles cómo te sientes, cuánto les quieres, cómo te hacen sentir… la gente que tenemos alrededor es un espejo de lo que somos nosotros. Si repartes amor, si siembras respeto y comunicación, si regalas abrazos, sinceridad, cariño, besos y buenas maneras, eso será lo que recojas.
Básicos del autocuidado
(¡advertencia!: estos 4 sí llevan algo más de quince minutos al día)
1.Come mejor
No se trata que, de repente, adoptes un cambio drástico de dieta.
Tampoco de que te conviertas al veganismo, o abandones placeres culinarios.
Se trata, una vez más, de aplicar consciencia y pensar qué es lo que mejor le sienta a tu cuerpo.
Las frutas, las verduras, las legumbres, los frutos secos, los cereales… deben tener siempre sitio en tu nevera y despensa. Antes que las carnes, los procesados, las chocolatinas o la comida rápida.
Procura comer de temporada, ahorrarás dinero y le darás a tu cuerpo aquello que necesita respetando los ciclos. Si pueden ser alimentos de procedencia ecológica, redondo. De cercanía y kilometro 0, maravilloso.
Hoy en día hay cientos de alternativas gratuitas en internet para aprender a comer mejor. Recursos como el batch cooking, que ahorran tiempo en la cocina, o páginas como esta de Being Biotiful pueden darte mogollón de ideas y recursos.
Lo importante es que recuerdes que tu medicina es tu comida y tu comida tu medicina. Y que puedes darle a tu cuerpo mucha alegría (macarena) comiendo más sano.
Todo el que se adentra en el camino de la cocina sana, veggie y verde se enamora. Por algo será… ¿No crees?
2. Mueve el cuerpo
Y no estamos hablando de ir al gimnasio.
Ni de apuntarse a ningún club, tener un entrenador personal o apuntarse a la clase de fitness de ese centro deportivo tan cool. (Puedes hacer estas cosas solo si te apetecen)
Se trata de mover el cuerpo.
Pon tu música favorita, aparta los muebles y baila cada día al menos durante una hora.
Sal a caminar a buen paso (un consejo, si puedes hacerlo acompañada de un perro sienta mejor).
Vete incrementando la dificultad del trayecto día a día.
Sube y baja las escaleras varias veces.
Salta en la cama elástica que le pusiste al niño en el jardín.
Ve a nadar.
Sal a correr por un bosque. O por la playa.
Vete al trabajo en bicicleta en lugar de en coche.
Apúntate a clases de zumba, pilates o kárate con tus amigas. Y así ejercitáis también la risa.
Haz lo que quieras pero muévete.
Muévete para que se muevan tu corazón y tu energía. Para generar endorfinas. Para que tus pulmones respiren hondo. Para que tus músculos se fortalezcan. Pero muévete disfrutando, a tu ritmo, sin excesos y observándote.
Sufrir no merece la pena.
3. Huye de las personas tóxicas y de la infoxicación
La mala energía existe.
Es negativa para tu salud y vive en sitios como el miedo, el pesimismo, la traición, la manipulación, la mentira, la envidia…
Para llevar a cabo un autocuidado completo vas a tener que huir de todo esto que genera mala energía. Y, básicamente, todo esto se concentra en dos lugares: en las personas tóxicas y en lo que se ha llamado “infoxicación”.
Nuestro consejo es que mires con cuidado a quién tienes alrededor y analices qué te aporta y cuánto te importa. Haz lo mismo con la información que te vaya llegando.
Filtra.
Hay demasiada gente concentrada en los problemas, en las carencias… conectada en exceso a la “actualidad” informativa… gente desconectada que critica a los que buscan conectarse más con lo natural y desconectar más de lo establecido… gente que decide odiar antes que amar…
“De todo hay en la viña del señor”. O esto dicen las abuelas.
No hace falta que cortes por lo sano. Algunas de esas personas pueden ser muy cercanas a ti.
Tampoco hace falta que dejes de estar informado de lo que sucede en el mundo. Que vivas en un mundo de arcoíris ajeno a lo que pasa ahí fuera o que te conviertas en un ser carente de empatía y consuelo para otros.
Simplemente, practica selectivamente aquello de “por un oído me entra y por otro me sale” tanto con las personas como con los hechos o cosas que te hacen sentir mal, te incomodan o te dañan.
Selecciona cuidadosamente lo positivo, lo que suma, lo que te interesa, lo que responde con amor al amor… y huye de la negatividad como alma que lleva el diablo.
Haz purga y apaga aquello que peor te sienta, sean personas, hechos, cosas o acontecimientos… centrándote más y mejor en las cosas, la gente y los acontecimientos buenos y positivos que existen. Y que están ahí.
Y acuérdate de dar las gracias por todos ellos.
4. Ejercita tu cerebro
Puedes apuntarte a un club de lectura, proponerte hacer un par de noches de cine a la semana en casa, ver documentales sobre temas que te interesen, recitar poesía en jams poéticas virtuales, aprender a tocar un instrumento, escribir un libro…
¿Qué te gusta?
Hay tantas opciones…
La cultura es riqueza, bienestar, armonía, vida… si pasas demasiado tiempo en las redes sociales viendo selfies de otras personas, o acurrucada en el sofá tragando publicidad durante minutos en los descansos de los concursos…ese musculo tan importante que tienes en tu cabeza se atrofiará. En cambio, si le proporcionas alimento y ejercicio, responderá como cualquier otro músculo, fortaleciéndose y respondiendo sin problemas en los momentos necesarios.
Reserva unas horas a la semana para darle de comer a tu cerebro con aquello que más le sacia y permítete probar cosas nuevas para ver qué resultado proporcionan.
Cambia el tedio y la quietud por un tiempo aprovechado que te nutra de ideas, conceptos, arte, emociones, aventuras… verás qué diferencia.
CONCLUSIONES
Todo lo presentado hasta aquí son sugerencias, consejos, hábitos…
Existen muchísimas otras acciones y opciones que también son saludables y ayudan a autocuidarse pero, entiéndenos, para un modesto post como éste no conviene seguir alargando la lista.
La idea es que te mires. Que te escuches. Que te permitas saber qué quieres y te permitas llevarlo a cabo.
También consiste en hacer balance, en tachar, en ser sincera y no esperar que alguien te diga que cosas como fumar, comer a base de procesados, estar todo el día sentada…son cosas malas.
Tú ya sabes qué cosas no son buenas. Y tendrás que buscar el valor para eliminarlas.
Recuerda que el camino es largo. Que la única compañía que puedes asegurar para siempre es la tuya. Que se trata de ir poco a poco, y disfrutando. Que no merece la pena sufrir por nada (o por casi nada).
Que somos un espejo para los demás y los demás son un espejo nuestro.
Que las grandes hazañas son más llevaderas (y más satisfactorias) si las divides en muchas pequeñas hazañas.
Que nadie mejor que tú puede saber qué es lo que te gusta.
Para no perder la constancia, para avanzar un poco todos los días en esto de autocuidarse conscientemente, lo mejor es no boicotearse. Y tener muy claro lo siguiente: