¿Sabes qué? Las aceitunas son mucho más que “el aperitivo” por excelencia.
¿Qué decir?
Si de ellas procede el aceite de oliva, conocido en el mundo entero por ser un tesoro cargado de sabor y propiedades saludables, por extensión y por lógica, ellas mismas son un tesoro cargado de salud y placer para el paladar.
Ricas en ácido oleico, fibra, micronutrientes, vitaminas , grasas saludables, calcio, hierro… y con propiedades antioxidantes y antinflamatorias, las aceitunas son un fruto perfecto para integrar a, prácticamente, todas las dietas.
Además, tomar unas pocas antes de las comidas favorece las buenas digestiones y -como es un alimento fermentado- ayudan a mantener el sistema digestivo en buena forma y, por ende, ayudan al sistema inmune a estar más fuerte.
Pero no sólo eso: las aceitunas también son buenas para la piel y para el sistema cardiovascular, mejoran la salud ósea, retrasan el envejecimiento y contribuyen a tener una piel sana y suave, protegen contra anemias, brindan mucha energía, no engordan, son saciantes…
Total: que la lista de sus beneficios es tan larga que sólo cabe decir que las aceitunas son maravillosas.
Sin embargo, hemos de aclarar que no todas las aceitunas que andan por el mundo, por las tiendas y por las despensas pueden colgarse este mérito…
¿No lo sabías?
Pues sí, aunque todas procedan del mismo árbol, la clave para escoger unas buenas aceitunas está en dos factores muy importantes que se resumen en dos preguntas:
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¿De dónde provienen? ¿Son de origen ecológico?
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¿Cómo y con qué las han “aliñado”?
La primera de estas preguntas se entiende de forma clara: las aceitunas de origen eco, cosechadas en cultivos respetuosos con la Tierra y con los procesos de crecimiento y maduración del fruto, siempre serán más saludables que aquellas que han sido cultivadas regándose con pesticidas.
La segunda cuestión tiene que ver con las técnicas llevadas a cabo para curarlas, fermentarlas y conservarlas: porque no es lo mismo utilizar procesos artesanos y naturales junto con aceite de oliva virgen extra bio, aloe vera, hierbas, lima, sal, limón, laurel… que utilizar procesos químicos y artificiales y cosas como sosa cáustica, gluconato ferroso, benzoato, TasteNrich HI20 o glutamato monosódico.
¿No te parece?
Pues bien, yendo por delante nuestro amor por las aceitunas, aquí te dejamos un post en forma de relato para que (si no lo sabías) conozcas el increíble viaje de una aceituna desde que es cosechada hasta que llega a tu mesa y tu boca.
O mejor dicho, el relato de dos increíbles viajes: el de la aceituna ecológica y el de la aceituna no ecológica.
Luego, con toda la información del trayecto aceitunil, ya tú escoges.
El increíble viaje de las aceitunas desde el campo a tu mesa
Una aceituna siempre es una aceituna. Sea de la variedad que sea y venga de donde venga, este pequeño y poderoso fruto se caracteriza por tener un amargor desagradable según se recolecta.
Para poder quitar ese amargor, las aceitunas deben someterse a un proceso de alcalinización, o fermentación: hay que sumergirlas en salmuera y esperar a que esa amargura se vaya.
Y aquí es donde comienzan las diferencias en el viaje de nuestras aceitunas: mientras una es sumergida en agua y sal durante más de un año, la otra es sumergida en una solución acuosa y salina regada con ingredientes químicos como la sosa cáustica o el archifamoso glutomato monosódico.
Por supuesto, y gracias a la todopoderosa química, la segunda aceituna será comestible mucho antes que la primera.
Bien, tras concluir el proceso de curación, nuestras pequeñas aceitunas deberán viajar ahora hasta su siguiente destino: el bote, tarro o lata en el que esperarán a ser comidas.
Y aquí vuelven las diferencias: mientras que la primera esperará sumergida junto con aceite de oliva virgen extra, limón, laurel, lima, aloe vera o guindilla en un bote de cristal, la segunda esperará buceando en una lata o en plástico, empapada en un líquido aliñado con cosas como Benzoato sódico, sorbato potásico, ácido acético o TasteNrich HI20…
¿Cuál de las dos aceitunas te comerías?
¿A cuál de ellas escogerías para degustarla en un aperitivo, en una pizza o en un paté…?
Damos por hecho que, ante esta disyuntiva, toda persona coherente, independientemente de si cuida o no su alimentación, siempre escogería comerse la primera de las aceitunas.
Sin embargo, cada día millones de personas consumen de forma mayoritaria la segunda de las aceitunas. A pesar de que ellos también escogerían la primera o creen (equivocadamente) estar haciéndolo…
Más datos. Esta vez sobre las aceitunas negras.
Se consumen menos que las olivas verdes, pero son sumamente agradables, tanto en sabor como en propiedades.
Lo que no mucha gente sabe es que una aceituna negra no es más que una aceituna verde que se ha dejado madurar. En consecuencia, esa aceituna más madura tendrá una piel y una consistencia menos firmes que una aceituna verde sin madurar.
Y claro, también tendrá un sabor distinto: de la misma manera que un aguacate o un plátano maduros difieren en sabor de un plátano o un aguacate verdes…
¿A dónde queremos llegar?
Pues a que, estando ya el fruto maduro, deshuesar una aceituna sin destartalarla es un trabajo difícil que requiere de mucho tiempo, mucha maña y un fruto de calidad excepcional recogido en su punto óptimo.
Teniendo esto en cuenta, parece lógico pensar que las aceitunas negras deshuesadas tendrían que ser mucho más caras o escasas; sin embargo, es común y sencillo encontrar aceitunas negras deshuesadas, firmes y turgentes, como las verdes, y a un precio similar o más bajo.
¿Cómo lo hacen?
Pues, sentimos decírtelo, pero, de nuevo, la química es la responsable de que haya aceitunas negras deshuesadas con forma redondita y consistencia dura en su cuerpo.
Lo que la industria hace es cosechar las aceitunas en verde, deshuesarlas y -luego- someterlas a procesos de oxidación artificiales a base de Acrilamida, un compuesto tóxico y cancerígeno que torna las aceitunas de verde a negro azabache.
Así, un proceso rudimentario, costoso, artesano y delicado se convierte en un asunto rápido y económicamente beneficioso para la industria, pero desastroso a nivel de salud para el consumidor.
¿Ves cómo sí que había un viaje apasionante y muy diferente para cada aceituna?
¿Ves la enorme diferencia que puede suponer para tu salud escoger siempre aceitunas ecológicas?
Cómo elegir unas aceitunas libres de química y cien por cien saludables
Para ir llegando al final de nuestro relato, y puestas las evidencias químicas y los procesos de las aceitunas sobre la mesa, sólo nos queda la moraleja.
En este cuento, el aprendizaje básico consiste en darse cuenta de lo enormemente importante que es escoger unas buenas aceitunas.
Además, elegir bien no tiene ciencia: tan sólo tienes que asomarte al etiquetado de las aceitunas que vayas a llevarte y comprobar la lista de ingredientes.
Si en ella no hay rastro de nombres químicos y sí aparecen nomenclaturas como zumo de limón, laurel, aceite de oliva, lima… estás de suerte.
Si, además, en esa etiqueta también encuentras ingredientes marcados con una estrella que, más abajo, dice significar “proveniente de la agricultura ecológica”, aún más suerte.
Lo que está muy claro es que nadie quiere comerse restos de acetato, glutamato o sosa caustica… ¿O sí?
Conclusiones y recomendación aceitunera
Tal vez todo lo dicho hasta aquí te suene a evidente.
Si es así, enhorabuena: ni te imaginas la cantidad de gente que desconoce el viaje de las aceitunas y los ingredientes con los que se mezclan antes de llegar a nuestra despensa.
Pero, por si todo esto te acaba de sonar a muy nuevo, recuerda que no tienes porqué dejar de disfrutar de las aceitunas ni de sus beneficios: sólo tienes que mirar muy bien en la etiqueta y ahorrarte aquellas que incluyan ingredientes de nombres extraños.
Y, por si te ha resonado el tema pero quieres ahorrarte escaneo de etiquetas, tiempo y salud, pásate por este rinconcito de nuestra tienda para conocer de primera mano lo que son unas buenas aceitunas: ecológicas, artesanas, sostenibles de principio a fin, cien por cien libres de química…
Y, para colmo, tan ricas y sabrosas que te enamorarán para siempre y no querrás volver a probar otras.
¡Buen provecho!